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TALLER DE COLABORACIÓN VICENCIANA

El Taller de formación a la familia vicentina para la misión conjunta (colaboración), en su tercera edición se llevó a cabo en la Casa de las Hijas de la Caridad de España-Sur,  en Sevilla, con participantes de diferentes Ramas de la Familia Vicenciana.
Se inició el día 25 de enero, por la noche, con el cinefórum, dirigido por Sor Mercedes Toribio, HC España Este. sobre la película “Redes de Libertad”, donde se dieron diferentes puntos de vista. Se puso especial énfasis en el paralelismo entre  las circunstancias propias de la época y la nuestra.
El segundo día comenzó con la oración de la mañana, presidida por Sor Mercedes Toribio Seguidamente comenzó la sesión de aprendizaje del Módulo1: Un vicentino es un visionario, por May Domínguez, AIC Regional Barcelona, en el cual profundizamos en la raíces vicencianas y la tradición en  la colaboración, donde se nos recordaba “Confía, ten seguridad, sigue”.  Al concluir este módulo se tuvo tiempo para la reflexión personal del módulo y sabiendo que la tradición del carisma vicenciano lo revela como un carisma colaborador, como también cada Rama de la Familia está llamada a vivir en colaboración.
Por la tarde Sor Magdalena Herrera HC -Consejera Obras Sociales- animó a la realización del PROYECTO 13 CASAS. En este espacio se mencionaron las realidades en la que se pueden incidir en la vida de los más necesitados, dando una respuesta al sinhogarismo. Continuó el taller el Padre Manuel Botet, junto con Sor Mercedes Toribio que nos hicieron varias reflexiones, en grupo, del tema “Un vicentino es un contemplativo” y “Las virtudes Vicencianas” y cómo las relaciones de colaborar nos ayudan a contemplar a Dios en el otro, así como todas las posibilidades que se crean al estrechar lazos de colaboración
También se tuvo la oportunidad de compartir un momento festivo con bailes de sevillanas, danza típica de Madagascar, himnos de las Asociaciones y animación al Encuentro, para concluir con un compartir fraterno antes de descansar.
El tercer día con la oración inicial y seguidamente el tema: Un misionero es un colaborador, que presentó Mónica Villar Guisado, de Misevi, en el que se trabajó una guía para la elaboración, gestión y las perspectivas de un proyecto vicenciano.
Se concluyó el Encuentro con la Eucaristía presidida por el Padre Irving Amaro CM. Este Encuentro fue una oportunidad para seguir conociendo todas las posibilidades que existen al formar parte de esta Familia, que en todo el mundo sigue sirviendo a los más necesitados y viendo en ellos a Dios. La siguiente parte del taller se llevará a cabo el  1, 2 y 3 de marzo.
 


                                                                                                                        EDDY LÓPEZ

REUNIÓN JUNTA NACIONAL Y DELEGACIONES REGIONALES EN MADRID

La Junta Nacional de las Voluntarias de la Caridad AIC, se reunió con las Delegaciones Regionales en Madrid, el fin de semana del 5 al 6 de octubre, con el fin de estudiar algunos temas de la asociación.
Al comenzar el encuentro fue presentada la nueva Hermana Delegada Nacional, Sor Casilda del Hoyo.
La Presidenta Nacional Concepción Santiago presentó propuestas para la renovación de AIC destacando la necesidad del trabajo en equipo, la corresponsabilidad, el sentido de pertenencia, la formación…
Para ello se fueron desgranando los diferentes temas, llegando a las pertinentes conclusiones que nos ayudarán a mejorar el funcionamiento de la AIC, a todos los niveles: grupal, diocesano, regional y nacional.
Se desarrolló un ambiente de confianza y fraternidad, que nos ayudó a tomar decisiones después de un discernimiento grupal.
Culminó el encuentro con la celebración de la Eucaristía presidida por el Padre Celestino Fernández CM,- Asesor Nacional-





Celebración de San Vicente de Paúl en Barcelona
El día 27 de septiembre como cada año hemos celebrado conjuntamente toda la familia vicenciana, la fiesta de san Vicente de Paúl, en la parroquia de los padres paules, en Barcelona.

Vimos en primer lugar, la película  “Red de Libertad” con su correspondiente fórum, que por cierto tuvo mucho éxito debido a la cualidad de la película, la participación en el fórum y por la cantidad de asistentes. A continuación celebramos la Eucaristía,  en donde los diferentes miembros de cada una de las ramas de la familia vicenciana participaba en algún momento, como fueron los cantos, las lecturas, las ofrendas, las preces….y finalizamos la fiesta con un  sabroso pica pica. 
 


El pasado 25 y 26 de marzo, tuvo lugar en la Casa San Vicente de Paúl de Vallvidrera la segunda parte del taller de Formación Vicenciana, dirigido a los miembros de las diferentes ramas de la familia vicenciana, entre las que nos reunimos AIC, JMV, la Medalla Milagrosa, las Hijas de la Caridad y Padres Paúles. En él, participantes de diversas edades tuvimos la oportunidad de repensarnos nuestro modo de actuación y profundizar en nuestro carisma en este año de su 400º aniversario. Así, trabajamos algunas de las distintas claves que deben caracterizar a un vicenciano: ser colaborador, catalizador y servidor.


Durante el fin de semana, los asistentes pudimos, a través de los módulos abordados, redescubrir nuestra posición frente a un conflicto para observar si lo afrontamos de la forma adecuada o si hay posturas que deberíamos cambiar, reavivar nuestra labor al servicio de los más pobres para recuperar el sentido de nuestra existencia como vicencianos, y re-imaginar un plan de acción que nos permita avanzar en nuestros proyectos y reorientarlos con el fin de conseguir los mejores resultados. 

Todo esto ha llevado a quienes han formado parte del curso a ampliar horizontes para que nuestro esfuerzo sea real y efectivo en un intento de evangelizar a los pobres, siguiendo el ejemplo de San Vicente de Paúl, y de animar a nuestras comunidades para que se sumen a la búsqueda de objetivos reales y alcanzables que signifiquen un verdadero cambio en nuestra sociedad. Además, el taller se ha desarrollado de forma eminentemente práctica, ya que junto al tratamiento de cada módulo se realizaba una dinámica que nos permitiría situarnos mejor en el escenario que se planteaba y en el que cada uno debía intervenir, ya fuera de manera grupal o individual.

Sumado a esto, otras actividades lúdicas como la visita al Tibidabo el sábado por la tarde o la velada de la noche sirvieron para crear un ambiente distendido en el que los miembros de las diferentes ramas vicencianas pudimos conocernos mejor y compartir desde la experiencia personal que cada uno vive, bailar y disfrutar en familia. De igual modo, fueron imprescindibles las oraciones y Eucaristías vividas en comunidad, que acentuaron nuestro sentido de pertenencia y nos acercaron más como iglesia.
En definitiva, un fin de semana inolvidable con un contenido sustancioso que nos ha aportado una gran cantidad de valores y herramientas para trabajar como seguidores de Cristo y anunciadores de su Reino, no solo a nivel eclesial, sino ante cualquier situación de nuestra vida cotidiana. Una experiencia vivencial de la cual nos llevamos unos lazos fortalecidos con otras personas que comparten nuestro carisma y nuevas fuerzas para proclamar el Evangelio como vicencianos al servicio de la caridad.














El fin de semana del 17 al 19 de febrero en la Casa San Vicente de Paúl de Vallvidrera (Barcelona), se llevó a cabo la primera parte del Programa de Formación de la Familia VICENCIANA para la Colaboración (VFCAP). Este programa, aborda la perspectiva humana (técnica), psicológica y espiritual de la colaboración VICENCIANA en cinco módulos  y está  diseñado por las Universidades de la Congregación de la Misión. 

Disfrutamos de la formación en medio de una convivencia muy favorable, gracias a la buena organización y coordinación, por parte del equipo.
La segunda parte del Taller la realizaremos, Dios mediante, del 24 al 26 de marzo. Todavía estáis a tiempo de inscribiros aquellos que lo deseéis. A continuación os dejamos el testimonio de tres personas  jóvenes que acudieron al taller del fin de semana, ver como personas como ellas lo vivieron y sintieron nos puede ayudar a acercarnos a lo que allí se dio, les agradecemos su sinceridad y profundidad.

CONTEMPLAR Y VIVIR LA REALIDAD EN EL MUNDO

En el mundo que vivimos, en una sociedad en que el dolor está presente de forma casi constante, en la que hay millones y millones de personas que han abandonado su tierra dejando atrás historia y raíces pensando encontrar un lugar donde poder descansar en el más amplio sentido de la palabra y no lo logran,… donde el clamor del hambre no cesa en unos lugares mientras en otros miramos hacia otro lado.
En esta sociedad en la que la gran solidaridad con los hermanos que sufren de las muchas personas generosas que quieren hacer algo por un mundo mejor no es nunca suficiente, nos viene a la mente un Personaje de hace 400 años, si, San Vicente de Paul que supo darse cuenta de que la solidaridad, la caridad no servía si no se organizaba, porque era plenamente consciente de que  «La caridad es un fuego que ilumina, inflama y consume».
Por mucho que uno conozca las obras que desde el carisma vicenciano se realizan a lo largo y ancho de este mundo, nunca parece suficiente, siempre hay más, por eso, parece de vital importancia y imprescindible, el que en algún momento se pueda trabajar de forma conjunta el carisma común de toda la familia vicenciana.
Sorprende ver que se han reconocido más de 225 ramas de esta gran familia, y que sus miembros pueden ser mucho más de 20 millones de personas. ¡Parece increíble!
En dos fines de semana podremos conocer un poco más a fondo lo que fue San Vicente y sus colaboradores que aún sigue vivo entre nosotros y que nos hace más falta que nunca. De momento, nos hemos adentrado en algunas de sus características: visionario, contemplativo y, un poquito, en su faceta de colaborador.
Destaca siempre que las grandes personas de la Historia se han rodeado y ha sabido complementarse mutuamente de otras personas con las que sus obras se han hecho realidad y han podido crecer y perdurar en el tiempo como lo fueron San Vicente y Santa Luisa de Marillac, o Federico Ozanam y Rosalía Rendu… gracias a ellos, tenemos hoy familia vicenciana y lo más importante sabemos cómo estar al lado de las personas que más lo necesitan, allí donde estén y cuando estén, adaptándonos a cada necesidad y situación… siendo en muchos lugares y momentos la cara de la ternura de Dios para ellos.
Una de las características que posibilita que una obra no muera con su iniciador es que crezca y tenga muchos personas fieles a la misma, ello fue posible porque Vicente era un hombre de talante colaborador, este es el reto actual de la gran familia vicenciana, saber imitar este rasgo y conseguir una amplia colaboración que nos permita crecer y mantener vivo nuestro carisma en beneficio de los que más lo necesitan.
Sorprende descubrir que Vicente era una persona que renunció a su ambición inicial al descubrir a Dios en las personas que no tenían nada en muchas ocasiones, más que a sí mismos y la caridad de los que los rodeaban.
¿Cómo pudo Vicente descubrir su verdadera vocación? Seguramente como todas las personas que han podido vivir una vida en plenitud y además dejar fruto a su paso, trabajando unas fuertes raíces de relación con Dios, consiguiendo hacer de su vida una consecución de momentos de oración, buscando el sentido de cada uno de los hechos que uno vive, siendo contemplativo en la acción.
Constatar que poder profundizar en todo ello en un ambiente cordial con otras personas con interés en el tema y en un entorno agradable con una ciudad como Barcelona a los pies, y que podíamos contemplar en todo momento, nos facilitó la reflexión y conexión con una realidad atemporal que nos invita a perpetuarla y extenderla de forma colaborativa entre todos.
Y nos queda saber más de la invitación a ser colaborador, facilitador y servidor que nos hace San Vicente hoy.
Esther Borrego Linares

Después de haber asistido al primer curso del Programa de Colaboración para la Familia Vicenciana, debo decir que mi experiencia personal ha sido extremadamente gratificante. En primer lugar, la conexión con el resto de compañeras y compañeros allí presentes me ha resultado muy estimulante e inspiradora. Además, hemos aprendido y nos hemos divertido mucho con las dinámicas. Y, en segundo lugar, el trato de los formadores ha sido cercano y respetuoso, lo que ayudaba a generar un ambiente distendido, acogedor y agradable. Sin duda alguna, volvería a repetir, pues lo que hemos vivido en esos dos días es algo que me ha llegado directamente al alma y me ha hecho reflexionar.  

Yo no conocía prácticamente nada acerca de la familia vicenciana, o sus valores, más de lo que en alguna ocasión me había comentado mi compañera de clase en la universidad, ya que ella pertenece a JMV y de hecho fue la que me invitó a acudir a la formación. Sin embargo, después de estos dos días de empaparme con la vida de St. Vicente de Paúl y Sta. Luisa de Marillac, entre otros santos, así como con los valores y virtudes que encarnan en esencia a la familia vicenciana, algo dentro de mí se ha despertado. Me he reencontrado con lo que siempre he defendido, con los principios en los que siempre he creído y ahora estoy llena de energía y con más ganas si cabe de ponerme a trabajar por ellos. El ser consciente de la realidad que nos envuelve y querer dar lo mejor de uno mismo para ayudar a quienes más lo necesitan, con respeto, humildad y amor, además de la colaboración mutua para llevar a cabo todos esos propósitos es lo que define al carisma vicenciano, lo que he aprendido y lo que en esencia necesita este mundo.  
Vivimos en una sociedad egoísta, es cierto que no se debe generalizar, pero también es una realidad que hay personas que se mueren de hambre y personas que son ignoradas o excluidas. La forma en que los miembros de la familia vicenciana, alrededor del mundo, dedican prácticamente sus vidas para ayudar, de un modo u otro, a estas personas es admirable. Creo que más jóvenes deberían implicarse en este tipo de actividades y comprometerse en ayudar al prójimo, porque solo así nos estaremos ayudando a nosotros mismos. 
Verónica, 21 años.
El pasado fin de semana participé en la primera parte del curso de Formación Vicenciana en Barcelona, al cual fui invitada a formar parte como miembro de la Familia. Al principio no tenía muy claro a qué iba, por el nombre imaginaba que a aprender más acerca de lo que significa ser vicencianos y cómo debemos vivir nuestro carisma, pero no esperaba nada más. Y fui gratamente sorprendida.
Al llegar a aquel lugar privilegiado, rodeado de un paisaje que invita a quedarse allí, me sentí rápidamente muy bien acogida y arropada. Podría parecer que, en un primer momento, aquel no fuera mi lugar, ya que los asistentes no eran de mi edad ni pertenecían a mi asociación, JMV. Sin embargo, en ningún momento me sentí así; no pudo haber mejor trato entre todos los que, con humildad, habíamos acudido a este encuentro para crecer personalmente y después ser capaces de reflejarlo en nuestras realidades diarias.
Un aspecto clave a destacar fue, sin duda, la capacidad de los formadores para llegar a nosotros y hacernos reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestro carisma, si realmente estamos siguiendo el camino con el que nos identificamos o si el tiempo y las prisas han hecho que nos distraigamos y vayamos para otro lado. Esto, junto a un perfecto dominio de la materia que iban a exponer y acompañado por una serie de dinámicas que ayudaban a ponernos en situación, posibilitó que la formación fuera no solo amena sino además fructífera y eficiente.
Sin prisas, sin bienes o males condicionantes, cada uno iba descubriendo, desde su propia situación, dónde se encontraba y cómo analizar los problemas e interrogantes que cotidianamente nos acechan. Pensamientos compartidos desde la libertad, vividos en comunidad y trabajados en grupos reducidos que dirigían a un estado de tranquilidad y encuentro con uno mismo, organización y claridad en las ideas.
A todo esto se suman las imprescindibles Eucaristías, momentos de encuentro directo con el Señor que nos permitían dar ese sentido auténtico al porqué de nuestra presencia en aquel lugar. Y, sin lugar a dudas, la imperdible velada en la que todos disfrutamos enormemente con los juegos de mímica y “bailes populares” que tanto nos hicieron reír.
Por todo esto, no me queda más que estar agradecida a todos los que hicieron posible que yo estuviera allí en esta oportunidad, a quienes con tanta dedicación prepararon esta formación tan útil y necesaria para un vicenciano y a aquellas personas con quienes las compartí. Sin más, me despido alegre al saber que el mes que viene nos volveremos a ver.
Candela Copparoni, 21 años

“La perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas.”  San Vicente de Paul

  





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